Una oportunidad. Por Julio Castillo

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Los liderazgos son antropomórficos. Eso de los liderazgos colectivos puede sonar muy democrático, pero no se conoce ninguno que hasta ahora haya logrado insurgir y mantenerse por mucho tiempo.

Cuando los países entran en crisis, los ciudadanos tenemos el reflejo de buscar a UN líder que nos resuelva el problema. Cuando están en situaciones normales, este Mesías es menos importante.

Es obvio que se trata de un tema cultural y que deriva de alguna misteriosa circunvalación del cerebro humano. Se puede estar a favor o en contra de ello, pero no puede evitarse que sea unan realidad.

Tampoco podemos evitar que la conexión de la sociedad con ese líder, sea siempre más emocional que racional. Son solo pequeños sectores de la “intelligetsia” de una nación, quienes llegan a conclusiones políticas a partir de las ideas, las doctrinas y las filosofías. Es un hecho que, en la mayoría de los procesos electorales, en la decisión de los ciudadanos, tiene más peso, la emoción que despiertan los candidatos que las de sus programas.

No cabe duda que tal proceder está en el origen de no pocos errores de los pueblos (que si se equivocan) que han costado sangre sudor y lágrimas. Quizás, el más evidente de esos errores, es el cometido por el culto pueblo alemán al hacer de Hitler su líder, en elecciones libérrimas e incuestionables.

Se trata entonces, de una asignatura pendiente de la especie humana y de nuestra civilización, que no sabemos cuándo se aprobara y cuántos más errores nos costaran.

Esta nota no va de proponer vías para resolver esta casi que innata inclinación, que será un tema de siglos y cambios civilizatorios, sino de apuntar, en medio de esa realidad y esa limitación, cual podría ser un mecanismo para rescatar el entusiasmo popular.

Pareciera evidente que nos aproximamos a un proceso electoral el próximo año. Las elecciones son espacios por excelencia para la confrontación de liderazgos y de opciones sociales y políticas. En el caso venezolano, es mas que obvio que será Nicolas Maduro el abanderado del oficialismo y que tendrá frente a si, no a uno, sino a varios candidatos que se postularán como candidatos de la oposición. Al menos, para eso trabaja arduamente el chavismo porque de ello depende de que se mantengan o no en el poder.

De manera que hay que partir de la evidencia de que no habrá candidato UNICO (mayúsculas ex profeso) lo cual, no quiere decir que no puede haber un candidato unitario que sea reconocido por la sociedad como quien verdaderamente encarna la posibilidad de un cambio. Por supuesto, que ya esto dependerá de como muevan sus fichas las fuerzas opositoras y como se pongan de acuerdo para dirimir ese liderazgo.

En este sentido, quizás una de los más importantes desafíos seria tratar de definir los perfiles de los eventuales candidatos. Ya hay quienes hacen retratos (o autorretratos) hablados. Ya hay candidatos que, al interior de las organizaciones, o fuera de ellas, se han propuesto o insinuado. Todos están en su derecho.

Lo que pareciera evidente también es que el candidato unitario debería dar la imagen de un candidato competitivo y que la dispersión y unas elecciones primarias con multiplicidad de candidatos, va arrojar un candidato electo con un relativo apoyo popular. Lo ideal, pero logística y técnicamente demasiado complejo, seria hacer dos vueltas. De manera que parecería lógico que se definieran perfiles y reagrupamientos al interior del campo opositor para presentar opciones solidas y que resulten competitivas.

Unas mega elecciones, antes de ser un obstáculo, podría ser una gran oportunidad. Están abiertas las puertas para una negociación global que incluya gobernaciones y alcaldías, no solamente entre los partidos, sino con liderazgos regionales y municipales.

De repente, aquí esta la oportunidad para volver a entusiasmar a ese 80% de venezolanos que no esta con Maduro.

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